martes, 9 de junio de 2015

EPÍLOGO DE ¿QUIÉN CUENTA LAS ESTRELLAS?

A continuación se ofrece el "Epílogo" que Sandra García (1ºESO B) creó para la novela ¿Quién cuenta las estrellas?



Epílogo
Después de unos años Annemarie recibió una carta inesperada. Esta decía que una persona muy importante para ella, que no había visto en muchos años, la esperaba en el puerto de Dinamarca a las 7:00 h.
En ese instante lo único que se le pasó por la cabeza fue su gran amiga Ellen. Cogió el paraguas y un abrigo y fue a avisar a sus padres y a su hermana Kirsti.
Ella ya se había independizado y vivía con su marido John. Él era un antiguo compañero de clase de Annemarie, que volvió a ver unos años después como banquero en las grandes oficinas del Banco de Copenhague.
Kirsti vivía aún con sus padres y estaba estudiando en la universidad. Su padre seguía de maestro en el colegio (aunque le quedaba poco para jubilarse) y su madre seguía siendo  ama de casa.
Después de ir a llamar a sus padres y a su hermana, fueron al puerto. Allí esperaron impacientes su llegada, hasta que escucharon una noticia en la radio. Un barco con pasajeros que venía de Suecia había naufragado y no sabían si había supervivientes. A Annemarie se le cayó el mundo encima. Había esperado todo este tiempo con la esperanza de volver a ver a su amiga  y ahora era imposible.
Se fueron a casa muy decepcionados, esperando más noticias de cómo ocurrió el accidente. Entonces anunciaron que había cuatro cuerpos desaparecidos. En ese momento a ella lo único que se le pasó por la cabeza fue pensar en la tristeza de los familiares de los desaparecidos, por no poder enterrar con dignidad a sus seres queridos.
Esa noche tocaron al timbre y Annemarie fue a abrir la puerta somnolienta, porque eran las 4 de la mañana. Cuando lo hizo se quedó estupefacta,  se encontró a Ellen moribunda. Sin pensárselo dos veces, la cogió y la entró en casa, la tumbó, le dio agua y comida y mandó a su marido John a avisar a un médico.
Ellen estuvo unos días recuperándose y, cuando ya estaba preparada, empezó a narrar el suceso:
          -Esa noche las aguas no estaban para navegar, pero el capitán no hizo caso a la advertencia de los truenos y los remolinos en el agua y partió hacia Dinamarca.
            Empezamos a navegar mientras las olas pegaban contra el casco del          barco, como si mil hombres desesperados por entrar lo aporrearan. Me empecé a asustar, sabía que la estructura del barco no aguantaría mucho más. Mis padres, que estaban a mi lado, me abrazaban con fuerza, como si sus brazos fueran una armadura inquebrantable para todos los peligros. En ese instante me vinieron unos recuerdos de ese día que nos fuimos a Suecia en el Ingeborg, abrazada a mis padres, con el miedo a que nos descubrieran los nazis.
              El momento esperado llegó cuando estábamos cerca de la orilla. Una madera hizo un fuerte crujido y cedió. Empezó a entrar agua y agua. Un caos se apoderó del barco: la gente se empujaba entre sí con  desesperación por encontrar la salida. Era un caos.
               Me acuerdo que después de esos empujones mis padres empezaron también a empujar para hacerse paso. Una puerta se atascó y mi padre la tiró abajo. Empezaron a empujarle y me empecé a desesperar. Cada vez me empujaba la avalancha de gente más lejos de él y perdía la visión de su rostro. Cuando intentaba abrirme paso para ayudarle, me di cuenta que estaba tumbado en el suelo inmóvil. Una angustia se apoderó de mí y, cuando por fin me pude acercar a él, me di cuenta de que estaba muerto. Mi cuerpo no reaccionaba,  no me funcionaban las piernas. Una parte de mí pensaba que no podía quedarme ahí, porque tendría el mismo final que mi padre, pero la otra decía que no podía dejarlo arrumbado como si fuera escoria.
Mi madre, con todo el dolor del mundo, me cogió del brazo y tiró de mí, lejos de ese cadáver, lejos de mi padre. Seguí corriendo, pensando en que eso no podía estar pasando. Unas personas se iban para un pasillo y otras por otro, intentando escapar. Entonces yo me acordé de las instrucciones que dio el capitán, pude mantener la mente un poco despejada, no como la mayoría de los pasajeros, que el caos se apoderó de ellos. Solo unos pocos fueron por la salida correcta hasta los botes salvavidas. Recordé y empecé a correr por el pasillo.
Justo cuando estábamos llegando a la superficie, di un estirón de la mano de mi madre para que fuera más deprisa y me di cuenta de que se había quedado su pie atascado en algo. No podía ver en qué, porque el agua ya nos llegaba por la cadera. Tiré más de cinco veces, pero cada vez que tiraba de ella chillaba de dolor. En ese momento me recorrió un escalofrío por todo el cuerpo. Ya había perdido a mi padre, no podía perder también a mi madre. Eso no podía estar sucediendo, no podía ser verdad.
Me acuerdo perfectamente de las palabras que me dijo:
“Ellen, te tienes que ir ya, te queremos mucho tu padre y yo, y no te preocupes, vamos a estar los dos juntos y después de un tiempo también estarás con nosotros. Te quiero mucho y por eso te tienes que ir, yo moriré, pero moriré tranquila si se que vas a estar a salvo. Ese es mi último deseo, no me defraudes y cúmplelo.”
Me armé de valor y seguí corriendo con todas mis fuerzas sin rendirme, paso a paso, aun con lo difícil que me resultaba moverme cuando el agua me llegaba por la barriga. Subí a la superficie sin mirar atrás, sabiendo que si lo hacía no podría continuar, solo imaginarme a mi madre tirada en el suelo me producía una angustia enorme.
Cogí un bote junto con las tres personas que también habían cogido el camino correcto y llegamos hasta la orilla. Los supervivientes acudieron a casa de sus familiares y como yo no tenía familia , vine a tu casa.
A Annemarie le comenzaron a brotar unas lágrimas al principio, después rompió a llorar y luego no dudó un momento en abrazar a la que fue en su momento su inseparable mejor amiga, y seguía siéndolo.
Annemarie le dijo:
-No me puedo imaginar todo lo que tuviste que sufrir, quiero que sepas que nos tienes aquí para lo que haga falta.
Ellen se quedó un tiempo en casa de Annemarie, hasta que se recuperó y pudo valerse por sí misma. Se fue a su antigua casa y empezó una nueva vida trabajando como maestra en el mismo colegio que el padre de Annemarie.


Emilia Pardo Bazán, LA RESUCITADA.

EMILIA PARDO BAZÁN, “ La resucitada”. ¿Qué hace Dorotea cuando despierta en el ataúd? ¿Cómo consigue salir de la iglesia? ...